CUENTO: Padre Noel no para en Gatlin, por Marcelo C. Cardo


Dedicado al Maestro y todos esos buenos momentos que nos hizo pasar con sus lecturas.


—¿Crees que este año vendrá, Malaquías?

—¡Claro que se presentará! ¿Por qué no habría de hacerlo?

Los niños reunidos alrededor del fuego charlaban, entusiasmados, ante la inminente llegada de la Navidad. Sólo faltaba un día.

Los bandos se dividían en dos: los que tenían dudas y los que no.

—Está bien que Gatlin es un pueblito rural perdido en el medio de Nebraska pero, hasta ahora, él siempre se las ingenió para estar acá —dijo un niño pelirrojo de no más de ocho años mientras se soplaba los mocos—. ¿No es verdad?

Un montón de caritas ilusionadas se volvieron hacia Malaquías en espera de una respuesta.

—Es verdad, todos los años logró llegar. Nunca falló. ¿Por qué este año tendría que ser la excepción?

»Todos nos hemos portado bien. Ayudamos en la cosecha y, a pesar del trabajo, no descuidamos nuestros estudios. Siempre dimos las gracias por los alimentos que el campo nos provee, nos lavamos los dientes y todas las noches rezamos pidiendo por la salud de todos los nuestros y que no nos falte nada.

Los niños asentían a medida que Malaquías enumeraba todas las buenas acciones por ellos realizadas y, de a poco, aquellos incrédulos que pensaban que Padre Noel ese año no se presentaría fueron cambiando de opinión.

Antes de que el fuego se extinguiera, comieron maíz asado con manteca derretida. Contaron historias. Cantaron y jugaron.

Ya bien entrada la noche, cuando la luna llegó a su cenit y el viento empezó a susurrar entre los maizales, Malaquías se puso en pie y señaló:

—Bueno, es hora de ir a la cama. Mañana será otro día y tenemos que prepararnos. Aquellos que aún no le hayan escrito a Padre Noel, háganlo. Armen el arbolito con sus padres y váyanse a acostar temprano, ya que si no lo hacen él no aparecerá.

Los niños corrieron a sus hogares prometiendo que harían todo lo que Malaquías les había pedido y cumplieron.

Escribieron, adornaron y se acostaron temprano a esperar…


Pasada la medianoche, cuando todo era silencio en el pueblo, un suave tintineo se dejó oír en la primera casa. De manera cauta, una figura roja con una gran bolsa empezó a deslizarse por la chimenea. Llegó a la planta baja, allí donde se encontraba el arbolito y, al verlo, dejó escapar un grito de sorpresa. Sus ojos no daban crédito a lo que veían en el árbol: cual adornos navideños colgaban, junto a crucifijos de mazorcas, ojos, manos cercenadas e intestinos humanos a modo de guirnaldas. Dio un paso atrás y giró justo a tiempo para ver a una parva de chicos de las más variadas edades bajando por las escaleras y enarbolando cuchillos, hachas y hasta guadañas.

De entre la multitud, emergió Malaquías y habló:

—Bienvenido, pecador. Sabido es que si queremos un mundo mejor, tenemos que acabar con todos los mayores. Sucede que, al igual que en todos los adultos, la semilla de la corrupción se encuentra en tu corazón. Es por eso que un nuevo sacrificio al que camina entre los maizales purificará a nuestro pueblo.

Poco a poco, el cerco se fue cerrando sobre Padre Noel, quien invadido por el terror logró correr hacia la chimenea y escapar.

A partir de ese día, nunca más paró en Gatlin.

© 2006 Marcelo C. Cardo

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Conversación en la Forja

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