MÚSICA FICTA: Canción del llorón, de Néstor Darío Figueiras

Canción del llorón:

Bajo la vieja tierra – Cordwainer Smith

“—¡El congohelio! —exclamó el Señor Sto Odin—. ¡Imposible! ¡Es inestable! Podrían matarse. ¡Podrían dañar la Tierra! ¿Qué hacen con él?
—Componen música —dijo Flavio, más sereno.
—¿Componen qué?
—Música. Canciones. Ruidos bonitos para bailar.”

“—Si seguimos andando —preguntó Flavio—, ¿podemos cantar la canción del subpueblo? Tal vez nos ahuyente del cerebro esa música terrible. La música tiene todos los sentimientos y nosotros no tenemos ninguno. No obstante nos perturba. No sé por qué.”

En “Música Ficta” seguimos musicalizando uno de los cuentos más alucinantes del genial Cordwainer Smith. Nada nos detiene en nuestro cometido: tratar de unir los universos sonoros con los de la ficción, en especial, los de la Ciencia Ficción, la Fantasía y el Terror.

Repetimos nuestro propósito para quien nos visita por primera vez: intentamos plasmar los sonidos que imaginaron y describieron los autores de algunos clásicos; descubrir cuáles serían esas melodías, cómo sonarían esos instrumentos, si existieran en la realidad. Y también veremos ilustraciones inspiradas en tales pasajes, gracias a los artistas plásticos de Crónicas de la Forja.

Como dijimos en la primera entrega, Cordwainer Smith era el seudónimo de Paul M. A. Linebarger, catedrático, experto en guerra psicológica y analista político. Muy pocos supieron que él era Cordwainer Smith, incluso después de su muerte, acaecida el 6 de agosto de 1966.


“Bajo la vieja tierra” fue el último relato que este genial escritor publicó en vida. Yo utilicé para este proyecto la traducción hecha por Carlos Gardini, de El péndulo nº 4, publicación argentina del género que nos trajo gran cantidad de los mejores cuentos y nouvelles de autores norteamericanos, europeos e hispanohablantes, que habían sido editados desde mediados de los sesentas hasta el momento en que fueron lanzados los números de la revista: entre 1979 y 1991.

Para saber más de la obra de C. Smith y su amplia cronología, pueden leer aquí la primera edición de “Música Ficta”.

La historia de “Bajo la vieja tierra” también nos muestra dos canciones, dos poemas de Cordwainer Smith, que son parte del cancionero de los sublevados. Estas canciones han sido oídas por Flavio y Livio, dos robots cuyo aspecto es el de legionarios romanos, quienes acompañan al Señor de la Instrumentalidad Sto Odin. Ellos mismos las cantan a pedido de su Señor. Aquí les dejo la primera:

“Salta, amado pueblo, ya aullaré por ti
Salta y aúlla y lloraré por ti.
Lloro porque soy un llorón.
Soy un llorón porque lloro.
Lloro porque cayó la noche,
Se fue el sol,
Desapareció mi hogar,
El tiempo mató a papá.
Al tiempo lo maté yo.
El mundo redondo es.
Corre el día,
Nubes vuelan,
Astros mueren,
Monte es fuego,
Lluvia es flama,
Flama azul.
Muerto estoy.
Y también tú.
Salta, amado pueblo, por el hombre aullante.
Brinca, amado pueblo, por el llorón.
¡Soy llorón porque lloro por ti!”

No me pude resistir a ponerle música, y para ello convoqué a un viejo amigo, el forjador Abur Chocolat, también conocido como Carlos Morales. Él fue quien creó la melodía y sugirió el carácter general de la canción, la cual titulamos “La canción del llorón”.


Después de que Abur hiciera algunas modificaciones a la traducción de Gardini para lograr una métrica más sencilla y “cantable”, me dediqué al aspecto musical. Usé una guitarra acústica de doce cuerdas Takamine, con 11ava y 12ava cuerdas afinadas en RE, más unos pads de teclado del Atmosphere, unos samplers de taikos —tambores japoneses tradicionales—, y el detalle sobresaliente: mi bouzuki de origen griego, tocado con slide, al mejor estilo bluesman. Lo interesante de combinar estos dos elementos que parecen tan dispares —musicológicamente hablando— es que se obtiene una sonoridad oriental, similar a la del sitar indio.


El bouzuki es el instrumento musical arquetípico de Grecia, cuyo sonido se hizo famoso por la banda sonora de “Zorba, el griego”. El slide no es otra cosa que el famoso cuello de botella, o bottleneck: los bluseros ataban un hilo de algodón embebido en alcohol alrededor del cuello una botella de whisky, y le prendían fuego para que el vidrio se partiera sin dejar rebordes. Luego se colocaban ese “tubo” en el dedo y con ello se tocaba sobre la guitarra, generando así el efecto de la guitarra hawaiana.


Como era lógico, Abur no sólo hizo esa melodía tan folclórica (como nos imaginamos que tendría que ser la expresión musical de los subhombres), sino que también la cantó, poniendo lo mejor de sí. Yo procuré “robotizarle” la voz, mediante algunos efectos, como el delay (eco), un poco de overdrive (distorsión), y un rotary speaker: en el cuento quien canta la canción es Flavio, uno de los robots de Sto Odin, mientras el otro, Livio, sostiene la litera en la que él descansa.

Aquí tenemos una nueva ilustración de los protagonistas de esta historia: Eknhaton, el Joven Sol, el Señor Sto Odin, sus robots y Santuna, hecha por mi hija Micaela. (Se me cae la baba de orgullo…)


Ojalá hayan disfrutado esta nueva entrega. ¡Hasta la próxima!

© 2017 Néstor Darío Figueiras
© 2017 Carlos Morales
Fotografías: Néstor Darío Figueiras
Ilustración: Micaela Figueiras

Esta obra se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional. Todas las fotografías son propiedad de su autor. La ilustración que acompaña esta entrada es obra de Micaela Figueiras.

Conversación en la Forja

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