Una obra maestra de la ciencia y la tecnología puede resolver los problemas de supervivencia de la raza humana. ¿Resolverlos o agravarlos?
En ocasiones pienso que los antiguos tenían razón en afirmar que algunas veces el remedio es peor que la enfermedad.
Quién lo diría, hemos pasado ya cien años viviendo bajo el Domo. Cuando lo crearon, todos pensaron que era una genial idea. Los medios de comunicación lo proclamaron como “la obra maestra de la ciencia y la tecnología”. Hoy, cada vez, que busco en los archivos y me encuentro con los videos y recortes de esos días, me doy cuenta de lo ilusos y arrogantes que fuimos.
El deterioro de la capa de ozono era nuestra preocupación en aquellos días; el “hueco” cada vez se hacía más grande y, cuando los científicos se percataron de que el tamaño de orificio era proporcional a Europa y que comenzaban a crearse nuevas fisuras en diferentes partes de la capa, el pánico se apoderó de casi todo el mundo, en especial de los “verdes”, los ecologistas.
Hasta que ese “gran” científico, cuyo nombre hoy ha sido olvidado por todos a fuerza de llamarlo simplemente El Maldito, vino con su gran idea.
La única forma de salvarnos es crear una nueva capa de ozono. Nuestros estudios demuestran que esto es posible. Sólo tendremos que saturar la atmósfera con nanorobots esparcidos con un revolucionario agente bioquímico de nuestra creación. Los “nanitos” tomarán los átomos del gas y lo mezclarán con los elementos presentes en la capa, creando un Domo que bloqueará cualquier tipo de radiación dañina para cualquier forma de vida en la Tierra.
Pues bien, todos le creímos y el esfuerzo mundial se volcó a la producción de todo el gas que fuese necesario. La forma de esparcirlo era lo más sencillo: simplemente utilizaríamos nuestros temidos cohetes nucleares como vehículos de trasporte, sólo que sus cabezas de guerra, en vez de llevar megatones de destrucción, llevarían “megatoneladas” de gas y “nanitos” que salvarían a la humanidad.
Así llegó el día “D”, el día del Domo. Por toda la Tierra pudo verse el despegue de miles de cohetes intercontinentales disparados al unísono desde silos terrestres, submarinos, aviones e incluso (y recién lo averiguamos ese día) desde satélites en órbita.
Todo marchó bien, o por lo menos eso creímos. Los “nanitos” y el gas hicieron su trabajo. El Domo se formó y, con él, nuestra condena. Al principio no caímos en cuenta, hasta que los polos comenzaron a derretirse, cada vez más rápido...
Cuando literalmente nos vimos con el agua al cuello, comenzamos a preocuparnos.
¿Qué pasaba?, ¿qué ocurría? Pocos sabían la respuesta, pero bastaba con levantar la vista y ahí la encontrarías: el domo era el responsable. Era verdad. Nuestra obra no permitía que las radiaciones entraran, pero tampoco que el calor saliera; el resultado fue que nuestro hábitat se sobrecalentaba. Primero fueron las inundaciones por los deshielos, después comenzaron las sequías. El agua se evaporaba, y no había forma de impedirlo.
Los mares retrocedieron y los otrora océanos se convirtieron primero en valles y, años después, en desiertos.
El dinero perdió su valor. La verdadera riqueza era poseer grandes cantidades de agua, usualmente congelada en los ahora populares “Banquarium” o Bancos de Agua, lugares especialmente acondicionados para poder refrigerar y congelar grandes cantidades de agua a fin de evitar que se desperdiciara evaporándose en el aire.
Ahora el concepto de liquidez realmente tenía significado.
Pero eso no fue lo único que cambió, algunos recordaron algo importante, algo a lo que nunca le prestamos mayor atención, un detalle, una estadística, algo sin importancia para el público en general, por lo menos hasta esa fecha. El cuerpo humano está conformado en un 60% de agua —uuups, un pequeño detalle.
Por esos días apareció un dispositivo que permitía extraer porcentajes del vital líquido del cuerpo de cualquier ser vivo o muerto. Los crímenes cometidos con este aparatito fueron demasiado graves, hasta que se tomaron fuertes medidas para evitarlos.
Se cambió todo el sistema penal en base a la nueva herramienta: a todo aquel que es atrapado con dicho artilugio sin la debida permisología, se le aplica la nueva pena capital por deshidratación. El agua obtenida por esta pena es destinada a las reservas comunes de la sociedad y, si el portador ha cometido algún crimen, el agua se entrega al agraviado o a los familiares de éste. Ahora, si alguien infringe la ley, debe pagar sus delitos con porcentajes del agua de su cuerpo.
Incluso, si alguien muere, por la causa que sea, no es enterrado; eso sería un desperdicio y una muestra de egoísmo. Ahora, al morir, se extrae todo el agua de su cuerpo, se refrigera y se entrega a sus familiares más cercanos.
Desde entonces y hasta nuestros días hemos sido una fuente renovable para la obtención de agua.
Ocurrieron muchos otros cambios y mutaciones a raíz del domo. Vampiros y bestias de arena, por solo nombrar algunos.
Pero bueno, sobre eso escribiré otro día, ahora debo ajustarme mi destiltraje[1], tomar mi arma y mi sucker[2] y salir al mar de arena que alguna vez fue el Caribe. Tengo que hacer mi ronda y cumplir mi servicio, si es que quiero asegurarme mi pensión y suministro de agua.
Total, no será más que otro día bajo el domo.
[1] Un pequeño homenaje a Dune, una de las obras donde el agua (además de la Especia) tiene una gran importancia en la trama. (Nota del Autor)
[2] Sucker o succionador es el nombre del ingenio utilizado para extraer el agua de los cuerpos. (Nota del Autor)
© 2006 Farrens Carreño
© 2006 Sue Giacoman Vargas (ilustración)
Esta obra se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.
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ResponderBorrarLos cuentos se pueden convertir en realidad, visto los graves problemas que enfrenta la tierra con el descontrol del agua, con superabundancia o escasez, lo que está ocasionando gravísimos problemas a la vida en sus divesas formas. Quizá puede ser interpretado como una admonición o para llamar la atención de los gobiernos y la gente de la tierra.Soy un ecoloista aficionado y me preocupa la problemática ambiental actual
ResponderBorrarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
BorrarÉsa es precisamente la preocupación mostrada en toda la revista,
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