Había cometido crímenes horrendos: matanzas de inocentes de tribus enemigas, ultrajes a mujeres de los vencidos y finalmente había traicionado a su jefe, quien siempre lo había apoyado. Todo para tomar el poder. Pero no había contado con el grupo de adivinos que lo desenmascararon, y tuvo que huir perseguido por los soldados. Cruzó selvas y desiertos enfrentando mil peligros. A lo lejos divisó una ciudad iluminada.
—Por fin —dijo—. Aquí no me atraparán.
Se abrieron las puertas y fue recibido por la guardia que lo condujo a palacio. Al entrar lo estaban esperando.
—Comienza el juicio al traidor —anunció el juez, rodeado por su séquito de hechiceras.
© 2018 Alfredo Dammert
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Conversación en la Forja
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