TIEMPOS DE GUERRA: María Antonia Olavarría


Ese día, sin mayores explicaciones, lo cambiaron de habitación en el hospital. Ahora era el paciente de la cama 516-A. No preguntó nada. En el hospital de guerra no cabían preguntas, solo quedaba espacio para la resignación. En la cama de al lado, separado por una simple cortinilla, otro hombre yacía inconsciente.

Entró el enfermero con la cena.

Probó la sopa y volteó la cabeza hacia la pared.

El trajín del hospital cesó. De pronto sintió una mano sobre su espalda, vio un rostro que lo miraba de cerca y lo volvió a empujar con fuerza hacia la almohada. Después, la figura se acercó a la cama del otro hombre, sacó un arma, se la puso entre los ojos y disparó. Luego, acercándose, le susurró al oído:

—¡No sabes nada! ¡No has visto nada! ¡Si avisas eres hombre muerto!

Cerró los ojos con fuerza. Apenas podía respirar. No sabía si levantarse o permanecer inmóvil. Oía sus propios latidos, sudaba frío y temblaba bajo las sábanas. De pronto una sola idea cruzo su mente: ¡Tenía que salir de allí! ¡Huir! ¡Huir! ¡Huir!

Lo encontraron al día siguiente los barrenderos.

Los médicos diagnosticaron muerte por infarto.

© 2018 María Antonia Olavarría

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Conversación en la Forja

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