CUENTO: En la cima, por Roberto Giuffré

En mitad de una vida exitosa, el protagonista recibe un mandato imperativo. ¿Cómo huir de una voz que no puede ser acallada ni con terapia, ni con dinero, ni con razonamientos? ¿Cómo resignarse a lo que sucede sin nuestro consentimiento, a lo que nos ha elegido como medio para una nueva etapa?



La lluvia caía a cántaros, golpeteaba en las hojas de las plantas, explotaba en miles de pequeñas gotas y se estrellaba contra el piso, formando arroyitos y charcos sobre la tierra mojada.

El pie desnudo se hundió en el barro, que lo cubrió al instante hasta el tobillo. Eno caminó recibiendo cada gota con alegría, el agua humectaba cada parte de su piel arrugada por el paso de los años. Entonces el gran ventanal empañado por la humedad marcó el fin de la selva y Eno pasó su mano por el vidrio para poder ver hacia afuera.

Desde lo alto de la montaña donde se situaba su morada pudo apreciar el paisaje desolador que se extendía cientos de metros más abajo. Kilómetros de tierra seca, árida, sin vida. Hacía muchos años que todos los habitantes de la Tierra habían muerto, que nadie vagaba por el exterior.

Un zumbido y un chasquido marcaron el final del ciclo de lluvia, las bocas de agua se cerraron y un aire cálido sopló a través de los canales de ventilación; a pesar del tiempo transcurrido, el sistema automático de manutención del jardín funcionaba a la perfección.

Eno fijó su mirada en los edificios vacíos de la ciudad muerta que se derrumbaba a poca distancia de la base de la montaña. Una lágrima rodó por su mejilla, y sus pensamientos lo llevaron a su juventud, cuando vivía en esa ciudad, cuando aún creía en el futuro, cuando la Voz no se había presentado en su cabeza.

***

La familia de Eno era dueña de una de las mayores entidades financieras del mundo; el muchacho había asumido la presidencia luego de la muerte de su padre y era uno de los multimillonarios más jóvenes del planeta. La Voz le habló por primera vez durante una importante reunión de negocios. No le prestó atención, incluso le divirtió, atribuyó todo al cansancio y al estrés. Se tomó unas vacaciones para descansar y distenderse. Fue inútil, la Voz continuó hablando hasta que se hizo insoportable ignorarla; siempre con el mismo mensaje, construir una fortaleza en lo alto de la montaña. A su regreso comenzó con terapia, muchos ejecutivos de su empresa se psicoanalizaban, era normal dadas las presiones a las que se veían sometidos. No funcionó. Entonces decidió hacer caso a la Voz, se fundió en Su mensaje y las palabras cobraron sentido. Recibió instrucciones precisas sobre cómo construir lo que sería su nueva vivienda, en la cima de la montaña. Utilizó todos sus recursos para contratar ingenieros y técnicos que construyeran el edificio, conseguir los materiales necesarios y desarrollar un complejo sistema de recolección de humedad del aire y almacenamiento del agua, que alimentaría un jardín inmenso con gran variedad de plantas. Fue noticia en todo el mundo; primero lo tildaron de excéntrico y luego de loco. Al finalizar el proyecto, la Voz cambió el mensaje y le pidió que se encerrara dentro del edificio y sellara las entradas. Eno obedeció. La televisión transmitió a nivel mundial el momento preciso en el que el multimillonario loco se convertía en ermitaño. La Voz lo dejó dormir en paz por primera vez en mucho tiempo.

Al otro día, el Sol aumentó su calor en forma desproporcionada; la mayoría de los seres vivientes fallecieron al instante. Con el paso de los días el agua desapareció por completo y, junto con ella, la poca vida que quedaba.

***

Eno enjugó su lágrima. La Voz le había dicho que su fin estaba próximo, que disfrutara sus últimos momentos, y él había decidido hacerlo recordando a toda la humanidad. Cuando su corazón dejó de latir, Eno cayó con lentitud sobre un lecho de hojas, que parecía preparado especialmente para él.

Los vidrios y las paredes de la fortaleza se resquebrajaron y se abrieron grietas por donde asomaron pequeños brotes de las plantas del jardín interno.

Con infinita paciencia, desde la cima de la montaña, el milagro de la Creación había recomenzado.

© 2006 Roberto Giuffré
© 2006 Marina Dal Molin (ilustración)

Esta obra se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.

Conversación en la Forja

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