El Imperio Romano nació tras las guerras civiles que siguieron a la muerte de Caius Iulius Caesar (o Cayo Julio César, como se le suele llamar), con cuyo fallecimiento terminó de morir la República Romana. Cayo Julio César (IMP.CAIVS.IVLIVS.CAESAR.DIVVS) fue un extraordinario líder militar y político de la República, al extremo de haber sido nombrado Dictador. La obra de referencia para conocer la vida de este gran hombre es “De vita Caesarum” (en español, Los doce Césares), serie de biografías de los primeros emperadores y obra capital de Caius Suetonius Tranquillus. Esta obra fue escrita hacia el siglo II d.C., de doscientos a doscientos cincuenta años después del asesinato de Julio César.
Nos cuenta Suetonius que el joven César deseaba realizar grandes hazañas, y que sus esperanzas ardieron a la luz de la interpretación que los sabios dieron a un sueño que había tenido, y “que perturbaba su espíritu (pues había soñado que violaba a su madre), prometiéndole el imperio del mundo, porque aquella madre que había visto sometida a él, no era otra que la Tierra, nuestra madre común.”[1]
Durante catorce años, Julio César se dedica a la guerra, conquistando nuevos territorios para Roma, y a las mujeres: además de haber tenido un par de esposas y numerosas amantes, pasó a la historia su romance con Cleopatra VII, reina de Egipto, del cual se han escrito muchas líneas. Suetonius nos cuenta que “Tan desarregladas eran, en fin, sus costumbres y tan ostensible la infamia de sus adulterios, que Curión padre le llama en un discurso marido de todas las mujeres y mujer de todos los maridos.”
Su retórica fue respetada como lo fue su espada, y aún hoy todavía recordamos algunas frases célebres atribuidas al dictador romano. Una de ellas, la que nos ocupa, es “veni, vidi, vici” que se traduce como “llegué, vi y vencí”. Suetonius nos cuenta un poco sobre las circunstancias en las que César pronunció tan famosas palabras: “Concluidas las guerras, disfrutó cinco veces de los honores del triunfo, cuatro en el mismo mes, después de la victoria sobre Scipión y con algunos días de intervalo, y la quinta después de la derrota de los hijos de Pompeyo. Su primero y más esclarecido triunfo fue sobre la Galia, después el de Alejandría, el de Ponto, el de África, y en último lugar, el de España, y siempre con fausto y aparato diferentes. En su triunfo sobre la Galia, cuando pasaba por el Velabro, fue casi despedido del carro a consecuencia de haberse roto el eje; subió luego al Capitolio a la luz de las antorchas, que encerradas en linternas, eran llevadas por cuarenta elefantes alineados a derecha e izquierda. Cuando celebró su victoria sobre el Ponto, se advertía entre los demás ornamentos triunfales un cartel con las palabras VENI, VIDI, VICI (llegué, vi, vencí), que no expresaba como las demás inscripciones los acontecimientos de la guerra, sino su rapidez.”
César dejó tras de sí varias obras en las que recogía su pensamiento, entre las que destacan “De bello Gallico”, que trata sobre la campaña de las Galias, y “De bello Civili”, sobre las guerras civiles. Su popularidad y poder fueron la perdición de este hombre, quien fuera asesinado a puñaladas en una reunión del Senado, en los Idus de Marzo, el 15 de marzo del año 44 a.C.
[1]Todas las citas puestas en cursiva pertenecen a la traducción al español de “De vita Caesarum” y fueron tomadas de WEBHISTORIA. (N. de la A.)
© 2007 Susana Sussmann
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Conversación en la Forja
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